Por Juan Tomás Valenzuela
Definiendo el protocolo
para cazar el homerun,
se ha trazado un plan de acción
igual que el del waterpolo.
Se contrató a un comesolo
para que cuide las gradas,
desde la primera entrada,
hasta la entrada novena,
cuidando cualquier escena
en que la bola sea echada.
A medida que Pujols
se acercaba al 700,
se cuidaba cada intento
del toletero mayor.
Se le asignó esta labor,
solamente a dos personas,
una que estaba en la lona,
pendiente a cualquier rebú,
y la otra, era un cuejnú,
que anda tras de una borona.
Si el homerun se desvanece
por entre la multitud,
Michael Posner y un cuejnú,
serán los únicos jueces,
que sin importar las veces
que se adjudique la bola,
sin ninguna bataola,
el oficial y el felino,
van a trazar el camino
que tomará esta cabriola.
Así como fue marcada
la pelota del homerun,
la fortuna que el león
y su esposa descarriada,
acuñaron de la nada,
pues no eran ricos de cuna,
también debió tené alguna
señal o marca indeleble,
pá que Nuria o Edith Febles,
denuncien esta comuna.
Juan de los Palotes
25 septiembre 2022